sábado, 13 de junio de 2009

La RCP

Reanimación Cardio Pulmonar

Pues resulta que esta mañana el medio trote del camino de ida, en el habitual paseo matutino, se vió bruscamente alterado por el estrepitoso ulular de una UVI móvil y las desaforadas carreras de coches del SAMUR, Policía Municipal y Policía gubernativa, que se apostaron en la entrada posterior del centro comercial de La Vaguada, donde solemos entrar a tomar un cafelito.


Al iniciar el cruce por la pasarela, un caballero más madrugador nos comentó que se trataba de un infarto.


A esas horas, nueve y media de esta mañana de sábado, no había demasiada gente y muchos de los parroquianos no se habían enterado de nada. Pero no pudimos evitar quedarnos a mirar, pues el episodio se estaba desarrollando en el nivel intermedio, uno por debajo del nuestro, donde una veintena de personas rodeaban a un corpulento hombre de piel morena, en una perfecta sincronización: Policías acotando la zona, Municipales sujetando las botellas de suero, sanitarios turnándose en el masaje cardíaco, aplicación de oxígeno, control del pulso, introducción del tubo que luego iría al respirador y otra serie de operaciones que se veían perfectamente ensayadas, sin que nadie estorbara al compañero, con una eficiencia admirable. Maletas, goteros, cables, extensísimo instrumental del que tomaban lo necesario, eran manejados de forma casi automática, mientras otro coordinador hablaba por teléfono para decidir a qué centro sanitario deberían dirigirse.


Al cabo de unos veinte minutos todos parecieron respirar aliviados. Desde nuestra atalaya no veíamos la cara del enfermo, ni podíamos observar ninguna reacción pero, al poco, trajeron una camilla plegable, lo que nos hizo pensar que habían conseguido recuperarle. Y ya desde el nivel inferior les vimos retirar al enfermo hacia la UVI, camino del hospital y, esperemos, de su total recuperación.


Este suceso, tan conmocionante, me ha hecho pensar en lo fácil que es cruzar la fina línea que separa la vida de la muerte. Y en cómo deberíamos todos valorar lo poco o mucho que tenemos, aprendiendo a disfrutar de cada segundo que nos es permitido respirar, a aprovechar los ratos que podemos pasar con familiares y amigos, a decirles tantas veces como sea posible cuánto les queremos. Porque no sabemos cuando será ese día en el que ya no tengamos la oportunidad de hacerlo.





¡Y yo que pensaba hablar de la feria del libro!

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2 comentarios:

Douce dijo...

Pues creo que lo que cuentas, tanto en cuanto a la técnica médica , como a la coordinación y 'estrategia' de la operación, me parecen muy bien descritas y habrá que felicitar a los autores de la 'recuperación'. No siempre se tiene a esa suerte.

En cuanto a la reflexión que ha dado origen a tu entrada, es tan necesaria y frecuentemente, tan olvidada, que muchas veces no valoramos lo que supone cada minuto que se nos concede para VIVIRLO.

Y vivir es eso todo que indicas, disfrutar del instante, decir a los que queremos que nos importan, vivir la maravilla que es seguir vivos y respirar, disfrutar de la luz, de una palabra amable, de un mirada, una sonrisa... hasta del olor de un tomate.

Ya tendrás ocasión de hablar de los libros. Por cierto el segundo de Goldstein, que estoy leyendo también me está gustando, aunque ambos relatos tienen muchas similitudes: mismos paisajes, parecido argumento, aguda reflexión psicologica.

Besos de noche.

Besos

M. Luz dijo...

Pues ya ves, al final, nada de hablar de la Feria, que se ha ido rompiendo una tradición: la lluvia.
El "bautismo" llegó con unas horas de retraso.