viernes, 1 de enero de 2016

COSAS DE LA VIDA

Reflexiones de Año Nuevo

Es difícil asimilar que alguien, para quien creías haber significado algo, con quien compartiste momentos especiales de tu vida, decida que ya no quiere saber nada más de tí.

A él le estaba pasando y no lo entendía.
No llegaba a comprender el porqué de aquel silencio.
Tras una más o menos breve pero intensa relación, ella dejó de descolgar el teléfono y de responder a sus mensajes. Y eso le atormentaba, porque él pretendía mantener una buena amistad, cómplice y confiada, alguien con quien poder "comentar la jugada" de lo que estaba viviendo.
Falto de seguridad en sí mismo, y tan indeciso como era, no podía evitar sentirse culpable, como toda su vida, por haber hecho algo que le había sabido bien, a nuevo y diferente y un tanto transgresor. Algo que se cortocircuitó cuando llegó un momento en que no parecía posible vivir en paralelo. De modo que eligió una tarta recia y dulce como postre y eso le llevó a renunciar a sus fresas con nata, con ese puntito de acidez y frescura contrastadas que tanto le satisfacía.
Y la ausencia de noticias le resultaba incomprensible y, sobre todo, dolorosa.

Años después, se erigió en protagonista de una situación similar, solo que esta vez era él quien había decidido sumergirse en el silencio. 
Se paró en el plato principal, que según confesaba nunca había sido de su agrado, aunque por motivos aparentes de  salud tenía que seguir consumiendo.  Y apartó el postre a un lado, algo que puede gustar como complemento pero que siempre suele ser totalmente prescindible.
 Y aunque la recia tarta respetó escrupulosamente su actitud, a su modo de ver equivocada, no pudo evitar comparar las situaciones similares de dos tiempos diferentes, sacar unas conclusiones que en ocasiones había sospechado y sumergirse en un mar de perplejidades, interrogantes  y  dolor, cuestionándose cuánto hubo de verdad en todo aquello.
¿Tan poco había significado?

A veces en la vida, tiramos por la borda lo que ésta nos ofrece, sin tomar en consideración la brevedad de nuestro tiempo. Es algo que de un modo u otro hacemos todos. Y cuando queremos darnos cuenta, el ciclo se ha cumplido y comprobamos cuánto nos equivocamos, que hicimos y nos hicieron daño, que no nos aplicamos lo suficiente en dulcificar la existencia de quienes nos rodearon, que no supimos disfrutar de lo que tuvimos en las manos, que dejamos tontamente pasar las oportunidades de la vida. Y que el tiempo se ha esfumado y no se puede volver atrás para hacerlo de otro modo. Como mucho, nos queda la oportunidad y la intención de manejar mejor nuestro rumbo futuro, aunque falten muchos de los que nos habían acompañado en la travesía.

Empieza otro año. Y no voy a tener la arrogancia de formular grandes y pequeños propósitos, de esos que se quedan siempre en el fondo del saco. Solamente tengo dos, de presente y futuro, pero son importantes para mí, porque forman parte de una actitud de vida. 
El primero es empeñarme en tratar de hacer las cosas de modo que nadie pueda decir de mí que no fui una buena persona, porque eso me hará sentir bien a mí y a los que compartan mi vida. 
Y el segundo es mantener mis brazos abiertos, mientras aún tengan fuerza,  para quien quiera encontrar en ellos calor,  si alguna vez la vida le hace tiritar.





Este video de Yolanda Sánchez me parece una auténtica obra de arte que refleja muy bien lo que debe ser una actitud en la vida. Y espero que me permita mantenerlo aquí.