martes, 28 de octubre de 2014

CUANDO ENTRAN EN TU CASA

Torrente de sensaciones

La primera, perplejidad ante la imposibilidad de abrir la puerta de tu casa. Y piensas "no tuve ningún problema al cerrar; ¿por qué no acaba de entrar la llave en la cerradura?"

Enseguida te asalta la duda de si habrá "nuevos ocupantes" que hayan decidido mudarse a tu casa, o bien, que alguien te haya hecho una "visita de inspección", esas cosas pasan pero siempre te quedan muy lejanas, pero desechas ambas ideas, asumiendo que se habrá roto alguna pieza del bombín. Al fin y al cabo, tienes una puerta blindada con algunos años a sus espaldas y bien podría haber sucedido eso.

Pero cuando el cerrajero que llegó a las 10 de la noche, hace por fin girar la llave y te dice "Señora, llame a la Policía porque le han entrado en casa", y os encontrais con que  las luces están  encendidas y al final del pasillo adivinais el caos, automáticamente pasas, sin solución de continuidad, por el miedo, la incredulidad, el asco, la rabia, la indignación  y, finalmente,  la impotencia y el desconsuelo. Y todo en poco más de un minuto. Justo lo que has necesitado para comprobar por encima cómo han dejado tu hogar.


La Policía llega en pocos minutos, apenas quince. La comisaría del distrito no está lejos de casa. Son una pareja, hombre y mujer, jóvenes y amables que intentan tranquilizarte y te aseguran que estos chorizos no van a volver. Y tú te preguntas "¿y no vendrán otros?".  Le has pedido al cerrajero que te ponga un bombín de alta seguridad, con inmensas llaves (5 nada menos) codificadas, lo que te hace sentir sólo relativamente segura. Toda la operación de apertura sin rotura, cambio de bombín y montaje de bombín de alta seguridad te ha costado 410,37 euros del alma. Y eso que el buen hombre ha rehusado cobrarte servicio nocturno y urgente.

Cuando por fin se han ido todos, hermano incluído al que has conseguido convencer de que vas a estar bien,  y cerca ya de medianoche, te preguntas "¿y ahora qué?". Te das otra vuelta por la casa, incapaz de evaluar la situación. No eres capaz de saber qué te puede faltar, en medio de tal caos en el que no te atreves a meter mano, porque te han dicho que procures no tocar nada hasta que vengan, al día siguiente, los de la Científica para buscar huellas. Y tu maltrecho ánimo que a duras penas habías conseguido recomponer, se desploma nuevamente como un souflé al sacarlo del horno antes de tiempo.

Te das cuenta de que no has probado bocado en más de 10 horas, pero el hambre que tenías antes de llegar a casa, ha desaparecido por completo y sabes que tu estómago no te va a consentir que le eches nada sólido. Así que te preparas una tila y eliges el dormitorio menos maltratado, curiosamente, el comodín para las visitas, el pseudo despachito y, tras sacar una foto, te calzas unos guantes y despejas la cama para poder irte a dormir, sabiendo que no te va a ser posible el descanso reparador.

El día después es otra historia.


Probablemente necesitaré muchos más días siguientes para ir superándolo, no soy Escarlata O'Hara ni vivo en Tara.

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