martes, 14 de octubre de 2014

DE CRISIS Y MISERIAS

WE ARE THE WORLD

     Cuando surge una crisis, la que sea, hay que actuar a dos velocidades. Rápidamente, improvisando con sentido común, para atajarla en la medida de lo posible, y posteriormente en una velocidad ralentizada, observando los efectos de las medidas tomadas con alguna precipitación, tomando nota, evaluando y reflexionando sobre nuevas estrategias a mayor plazo. A mi parecer, esta receta es aplicable en todos los terrenos: personal, familiar, laboral, político y social.
     En un ejemplo muy gráfico de cómo actuamos ante un accidente doméstico relativamente frecuente, como es  el darse un tajo profundo cortando algo en la cocina, se suele seguir esta secuencia:  poner la herida bajo el chorro del agua del grifo (no esterilizada) para intentar cortar la hemorragia y ver el aspecto; apretar la herida para que no sangre tanto; envolverlo con lo primero que tengamos a mano, ya sea un paño o papel de cocina (no esterilizados) para poder llegar al cuarto de baño; volver a enjuagar con agua y secar la herida con una toalla (no esterilizada) y aplicar una tirita, apósito o vendaje después de haber desinfectado con alcohol, agua oxigenada o similar. Si la hemorragia y el dolor no remiten, acabamos acudiendo a algún profesional sanitario a que nos atienda y, tal vez, nos cosa la herida.
     Evidentemente, en todo ese proceso procuramos no meter la herida en agua sucia, ni secar con un paño mugriento, ni aplicar una venda usada. Pero aún siendo relativamente cuidadosos, en los  días  posteriores puede surgir una infección de esa herida, y entonces habrá que evaluar qué hicimos mal y tomar las medidas que nos lleven a la curación y que nos enseñen qué deberíamos hacer si nos vuelve a ocurrir algo similar.

     Todo este rollo me sirve como  primera introducción a unas particulares reflexiones sobre la crisis del ébola en España. Porque tengo una segunda, que no es ni más ni menos que expresar la opinión que me merecen todos aquellos que sostienen que no se debería haber traído a los dos misioneros infectados con el virus. Mejor dicho, todos de los que yo tengo noticia de que mantienen esa postura. Su actitud me parece que demuestra hasta dónde puede llegar la miseria humana, la hipocresía, la falsedad, la mala leche, el odio y el radicalismo disfrazado de preocupación por la sociedad en la que viven.

     Muchas de esas voces preguntan, desde su anticlericalismo, si se habrían traído a los dos infectados si no hubieran sido católicos, se rasgaron las vestiduras por el gasto para las arcas del Estado y apuntan con dedo acusador al gobierno que decidió repatriarlos. Creen que, después de una vida dedicada a evitar que el hambre y las enfermedades acaben con miles de seres humanos, lo mejor era dejarles morir allí, sin intentar siquiera darles una mínima esperanza de salvar las suyas. A mí me gustaría saber cuál habría sido su postura si se hubiera tratado de un familiar muy cercano (un hijo, por ejemplo), o si el gobierno del País hubiera sido de otro signo político. Me parece que están infectados por unos virus mucho más letales: la insolidaridad, el egoísmo y la ignorancia.

     Afortunadamente, seguimos teniendo  héroes anónimos, misioneros silenciosos sin salir de casa. Me refiero a todos los trabajadores, voluntarios, que no tuvieron inconveniente en ponerse a trabajar cerca de los "apestados", sabiendo los riesgos que corrían, pero con el ánimo de contribuir a salvar vidas humanas.  Desde los encargados de la limpieza, muy olvidados por los llamados "medios", hasta todo el personal sanitario y paramédico implicado en estas operaciones. Y a toda esa cantidad de cooperantes que siguen acudiendo a los focos de esta terrible enfermedad, exponiendo su vida, a través de organizaciones de voluntariado. Jóvenes y menos jóvenes que quieren ser útiles a sus semejantes.

     No quiero calificar el comportamiento de los medios de comunicación, bueno sí quiero. Como buitres, en un primer momento se lanzaron a una carrera por ver quien daba la noticia más sensacionalista, violaron el derecho al anonimato y a la intimidad de la auxiliar contagiada, irrumpieron en domicilios y, por supuesto, hicieron todo lo posible para crear una alarma social completamente innecesaria, sembrando la preocupación excesiva en una población que entra al trapo de la manipulación controlada.

    ¡Y qué decir de las redes sociales! El pasado jueves ya había quien hablaba del fallecimiento de la enferma, añadiendo además que el gobierno no pensaba comunicarlo hasta el lunes siguiente, porque no era un buen momento para hacerlo. Y ese bulo se repetía una y otra vez, sin tener en cuenta el daño innecesario que podían causar a familiares y amigos, como si no tuvieran ya bastante con la incertidumbre ¿Se puede ser más miserable?

     Deseo de corazón que los médicos sean capaces de salvarle la vida a esta persona.  Y espero que estos casos que se han producido en Europa y Estados Unidos (qué curioso, allí también), contribuyan a que los responsables de las multinacionales farmacéuticas se pongan a estudiar esta enfermedad.  Hasta ahora no les interesaba, total sólo era un problema para África, esos pobres.

     ¿Dejaremos de mirarnos a nuestros occidentales ombligos de una vez?



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