miércoles, 13 de mayo de 2009

Palabras......¡palabros!






Hace algún tiempo ya que, en algunas líneas del metro de Madrid, aparecieron unos carteles estratégicamente distribuídos en el interior de los vagones, en los que se transcribían fragmentos de distintas obras literarias. El propósito de esta iniciativa es despertar el interés de los usuarios por la lectura, evidentemente, y yo creo que lo consigue.

Como usuaria de metro que soy, hace unos días tuve la oportunidad de leer una de esas pegatinas, la correspondiente a la descripción que del Emperador Carlos I hace Manuel Mujica Lainez, en su obra "un novelista en el Museo del Prado".

Además de sentir la necesidad de leer ese libro, me maravillé al descubrir una serie de palabras de las que ignoraba casi su existencia. Vocablos como ataujía, gualdrapa, testera y lapidario son sustantivos cuyo significado, que podía intuir en el contexto, me resultaban totalmente desconocidos.

Todo ésto me lleva a la tristeza de ver, a diario, lo empobrecida que está nuestra lengua en el uso cotidiano. Y no solo entre la gente joven, que podría tener arreglo. Lo más trágico es que estos jóvenes tienen muy pocas referencias de las que aprender a hablar bien, si quienes se dedican a la comunicación son los primeros que no dejan de soltar las patas en cuestiones idiomáticas.

La que suscribe no tuvo la fortuna de ir a la Universidad, pero sí fue una gran consumidora de lecturas muy diversas desde la infancia, costumbre que apenas ha abandonado durante un par de años por razones que no vienen al caso. Y esa característica, que ha ayudado mucho en la comprensión del lenguaje y en el amor al idioma que usa, es la que hace que le chirríen los oídos cuando oye el famoso "de que" y que se ponga de los nervios cuando conocidos periodistas, ministros de última generación, consejeros varios y políticos en general, azuzados por las pseudofeministas, se empeñan en poner "sexo", que no género, a las palabras, demostrando de esa manera lo poco que sirvieron las clases de gramática que recibieron en su infancia.

Y para acabar de rematar el disparate, la RAE empieza a admitir como válidas palabras que resultan del mal uso de las ya existentes. No está mal que admita vocablos como "zapear", que es un término nuevo de uso popular. Pero tener que hacer sinónimo de albóndiga a la almóndiga, para dar la razón al pollino que fue incapaz de aprender a pronunciarla correctamente, me parece demasiado.


(Para leer el fragmento citado, ir a esta dirección)http://www.librosalacalle.com/images/2008/ManuelMujicaLainez.pdf

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