miércoles, 22 de abril de 2015

LA POESÍA DE LA VIDA

No Es Un Día Cualquiera

Es éste un programa que me acompaña los fines de semana, desde que surgiera de la mano de Magín Revillo y Nuria Guitart en Radio Nacional de España.

Cuando Magín partió a "hacer las Américas" como corresponsal de RNE en Washington, seguido poco después por su mujer, Nuria, la responsabilidad de conducir un programa con un buen nivel de audiencia recayó sobre una joven Pepa Fernández, que lleva ya más de 15 ediciones con el reto continuo de mejorar año tras año.

Son muchas las secciones que me tienen enganchada, pero si hay una que procuro no perderme nunca  es esa Poesía de la vida que llega cada domingo, apenas pasadas las nueve de la mañana, de la mano y la voz de Andrés Aberasturi, "Aberas" para los amigos que somos todos.  

La que nos dedicó el pasado día 12 fue  sencillamente exquisita:

Decía Blas de Otero que había días negros que crecen como en un charco de lágrimas. ¡Y vaya si los hay!
Días en los que esa pájara enorme sobrevuela el corazón, y la angustia trepa como una hiedra mala por las piernas, se enreda entre las manos y hace que los ojos contemplen el mundo con un espanto que no nos merecemos.
Esas cosas pasan.
Lo más duro es seguir en el camino. Saber que, pese a todo, otros esperan que resistas, que les ayude tu alegría, tu canción entre sus canciones.
Pero no es fácil salir al escenario teniendo la procesión por dentro y la profesión por fuera.
Lo bueno es que ese charco de lágrimas se acaba por secar al tibio sol de esa primavera que es y no es. Y la pájara emigra en busca de otros corazones menos fuertes y el verano, ya verás, antes de que te lo imagines, volverá a calentar  las madrugadas y a llenar de luz  lo que sólo parecía un agujero, oscuro y sin salida.
Mientras eso pasa, cuando esos días negros crecen como agujas, es bueno tener a mano otra mano, sentir otra boca cerca de nuestra boca, saber que el otro está ahí. Y que no se irá, a pesar de los pesares.
Hoy estoy... hoy estoy muy copión, porque no sé decirte nada más. Así que acudo a Benedetti y te propongo un trato, escuchante:

"Yo quisiera contar con usted.
¡Es tan lindo saber que usted existe!
Uno se siente vivo, y cuando digo ésto quiero decir contar aunque sea hasta dos, aunque sea hasta cinco. No ya para que acuda presunta, presurosamente a mi auxilio, sino para saber, a ciencia cierta, que usted sabe que puede contar conmigo"

Pues eso.






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